Granada: fugaz viaje ferroviario

11 de julio de 2012
Ir a Granada siempre merece la pena. Es un ciudad poseída por un especial embrujo que han sabido retratar tantos escritores, poetas y músicos. Y el viaje en ferrocarril hacia allá tiene también su encanto, aunque en estos tiempos -con modernas unidades sobre las vías- dista mucho de aquellos viajes de antaño cuando atravesar Andalucía desde Sevilla hasta allí se convertía en una penosa aventura de entre 6 y casi 11 horas, dependiendo del tren que se utilizase. Cambios de sentido, de locomotoras, retrasos enormes, mucha carbonilla que ponía perdidos a los viajeros, una sed enorme en los viajes veraniegos que se afanaban por calmar los aguadores de La Roda, con sus cántaros al hombro y el cinturón metálico lleno de vasos de cristal. Recuerdos de antaño que ahora son ya parte de la historia ferroviaria.




En esta ocasión, el viaje en tren se redujo a poco más de 3 horas con aire acondicionado y puntualidad británica. El motivo tenía también una connotación ferroviaria. Uno de los alumnos de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Granada leía su Proyecto Fin de Carrera sobre un tema netamente ferroviario: una propuesta de reapertura de la línea Guadix-Almendricos, en cuya redacción había colaborado como tutor. Se imponía acompañarle. Y en las escasas horas de un par de días que allí he estado, éste se convirtió en el mejor guía para visitar zonas y lugares que al turista habitual pasan inadvertidos.

Granada tuvo un pasado ferroviario más que notable. Una buena comunicación con Madrid por Moreda, con un expreso nocturno que hube de utilizar hace años por motivos profesionales. Tuvo también comunicación directa con todo el Levante a través de la línea Guadix-Almendricos, que fue cerrada en 1985. También con Sevilla y con Almería. Por si esto no fuera suficiente, contó con una importante red de tranvías a gran parte de su provincia.

Croquis de la red de los Tranvías eléctricos de Granada. Un documento mucho más detallado se puede contemplar en este enlace.

El cierre de líneas y la necesidad de mejorar los tiempos de trayecto, modificó la conexión de Madrid con Granada desviándola parcialmente a la línea de alta velocidad Madrid-Málaga, hasta la estación de Antequera-Santa Ana, donde los trenes son desenganchados de la locomotora eléctrica de alta velocidad, S-252, para pasar a ser remolcados por una locomotora diésel de la serie 334, a través de la línea transversal Sevilla-Granada, mejorada en sus vías para la comodidad de los viajeros. La lentísima conexión con Valencia y Barcelona se ha mejorado con un Tren hotel nocturno, a través de Alcázar de San Juan y Albacete, que tarda algo más de 11 horas.



En esta foto, unida a la que encabeza esta entrada, se ven los distintos tipos de trenes con los que se accede a Granada. La fotografía superior muestra una unidad de los trenes diésel de la serie 599 que unen a diario Sevilla y Almería, pasando por Antequera y Granada, con 4 frecuencias por sentido. Ya encima de estas líneas, a la izquierda, el tren hotel Granada-Barcelona y a la derecha el Altaria Madrid-Granada, con 2 frecuencias diarias por sentido y un tiempo de trayecto de unas 4 horas y media. Otras unidades de Media Distancia unen también Granada y Algeciras, 3 veces al día por sentido.

El futuro próximo pasa por completar una línea de alta velocidad entre Antequera-Santa Ana y la capital granadina, casi toda ella ahora en obras con enormes viaductos y túneles, algunos de los cuales se ven desde el recorrido actual.

Viaducto de Archidona en la LAV de Granada, que con sus 3.150 metros es el segundo más largo de España. Se ha terminado recientemente, pero deberán pasar unos años hasta que por encima circulen trenes a 300 km/h.

Por el lado contrario, hacia Sevilla, se ha construido también una parte importante de la plataforma de otra línea de alta velocidad, cuya puesta en funcionamiento se demorará también por las dificultades económicas de la actual crisis.

Los tiempos de trayecto futuros será de poco más de una hora entre Sevilla y Granada y de 2h 40' entre Granada y Madrid. No cabe duda de que con esos tiempos de trayecto el considerable número de turistas que registra Granada se multiplicará y mucha más gente podrá disfrutar de los encantos de una ciudad que hizo llorar al rey moro. Pero volvamos a sus calles.

En Granada está uno de los miradores naturales más famosos del mundo. Me refiero al Mirador de San Nicolás donde, al atardecer, se congregan cientos de personas para ver cómo los muros de la Alhambra van cambiado su color a medida que los rayos del sol se vuelve más perpendiculares a ellos. Una vez anochecido la iluminación artística da nuevos tonos a las piedras. Si la vista incluye también a Sierra Nevada con su manto de nieve, el paisaje es casi mágico y allá subimos nada más llegar el tren a la estación, donde me recogió mi alumno. Dada la diferencia de cota, para escatimar fuerzas, la ida la hicimos en el autobús 31 con destino al Albaicín.




La foto recoge el paisaje monumental de Granada desde el Mirador de San Nicolás, al atardecer de este lunes. Ahí están casi todos los palacios de la Alhambra y el de Carlos V, en un plano posterior. Gentes de muchos países se afanaban por llevarse este recuerdo gráfico mientras un guitarrista callejero hilvanaba con poca fortuna, todo hay que decirlo, una especie de flamenco adulterado, cuando se imponía más bien el silencio o una suaves notas de Albéniz o Tárrega, en sus composiciones dedicadas a esta maravilla arquitectónica.

Mi experto guía me condujo a continuación por recoletas calles y plazas del barrio del Albaicín, vacíos del bullicio turístico pero llenas del encanto y solera de los cármenes granadinos y de la sencilla construcción de esa zona, muy distinta de la que impera en la Granada ciudadana.

Algunas de sus plazas más espaciosas se transforman en veladores para beber y tomar una tapas lentamente, aprovechando la temperatura benigna de la caída de la tarde.

Pero otras se muestran solitarias y silenciosas, con sus iglesias y sus aljibes, quizá sólo ocupadas por una pareja de enamorados que se cuentan sus secretos o dan rienda suelta a su cariño en la seguridad de que apenas van a ser molestados por miradas indiscretas.


Calles solitarias, con fachadas encaladas y rejas muy cuidadas, que dejan entrever la vida doméstica porque en ellas  no se echan las persianas. Todo un interesante recorrido antes de que nos bajásemos al centro de la ciudad para cenar, a través de un trayecto poco utilizado, en el que hubo tiempo para asomarse al Mirador de San Cristóbal, con toda la ciudad ya iluminada a sus pies y rumor de tambores a lo lejos o ver campanarios asomando por las estrechas calles del barrio.


Perderse en una ciudad en aquellos barrios poco transitados, pero que recogen lo más exquisito de su historia, sólo es posible hacerlo cuando se disfruta de la compañía de un profundo conocedor de sus recovecos. Varios años de vida universitaria en Granada son más que de sobra para poder enseñarlos. Máxime cuando en este caso, además de sus conocimientos de la ingeniería, concurren en mi guía de lujo una amplia cultura musical e interpretación con varios instrumentos de las piezas magistrales que la ciudad ha inspirado a compositores de varias épocas. No me extraña que antes de la lectura de su proyecto fin de carrera ya haya recibido una oferta de trabajo en firme, aunque allende nuestra fronteras. Mucho éxito te deseo, Francisco, en tu vida profesional inmediata.

Visitar Granada es no sólo mirar desde arriba sino penetrar en sus palacios y monumentos, algo que he hecho en algunas ocasiones pretéritas y no me voy a detener ahora en ello. 

Pero hay patios que pasan casi inadvertidos, como éste, junto a la Alcaicería, con su aljibe de agua fresca, que éste era el sistema habitual para tener agua en Granada.


Y si sobra un poco de tiempo lo mejor es dejarse caer por el patio del Monasterio de  San Jerónimo, tan cuidado y silencio como un oasis en la parte más bulliciosa de la ciudad.


Al pasar a la vera de la Catedral, la vista de la Puerta del Perdón, recientemente restaurada, te incita a pedir perdón por no venir uno más veces a Granada. Pero no quiero esperar a que los trenes tarden un suspiro en llegar hasta aquí, cuando la alta velocidad esté terminada, y vendré más veces. Allí, delante de esa puerta, obtuve el perdón y la penitencia. Y de ello dejo constancia escrita en esta entrada granadina del blog.