Rumbo a las Tierras Altas de Escocia (Highlands): Thurso, la estación más septentrional de la red británica

30 de noviembre de 2013

Tal como habíamos prometido en la anterior entrada del viaje a las Highlands occidentales, nos embarcamos en tren para un largo recorrido de más de 8 horas hacia el lugar más septentrional de la red ferroviaria británica: Thurso. Si en el caso anterior, el recorrido comenzó y terminó en Glasgow, en este caso sería Edimburgo el principio y final del recorrido, que ha terminado hace escasas horas. En otra entrada anterior habíamos hablado también del Forth Bridge, el mítico puente ferroviario que se construyó en Edimburgo de 1883 a 1890 para atravesar el estuario del Forth y dar continuidad hacia el norte a la línea ferroviaria. Ese puente tendríamos que atravesarlo al comenzar este nuevo viaje y justamente lo que se ve en la foto es la perspectiva del estuario desde el puente.

Pongamos primero los croquis de este viaje para poder seguirlo perfectamente.



En el de arriba vemos en verde más intenso la región denominada Highlands, como parte de Escocia. En el segundo, marcado en rojo, el trayecto que hemos hecho esta vez en ferrocarril para llegar a la parte más septentrional de la gran isla británica. Son unos 500 km que, en el trayecto de ida, debían recorrerse en tres trenes sucesivos, coordinados sus horarios entre sí. En el de regreso, han bastado dos trenes para totalizar el recorrido.

La impresión que produce al viajero al atravesar por vez primera el Forth Bridge es de gran expectación. Algo más de 123 años tiene ese puente y ve pasar cada día a unos 230 trenes, sin que en toda su larga vida haya tenido ninguna incidencia. En 2007, National Rail calculó que su vida útil serían 100 años más.

A la velocidad máxima de 80 km/h y sin que en el puente se crucen dos circulaciones simultáneas, desfilan por la ventanilla a toda prisa las grandes estructuras metálicas que sirven de sostén de la plataforma. Los viajeros tratan de recoger con sus cámaras el momento.
Pero los 2,5 km del puente pasan rápidos y ya aparece bajo nuestra mirada la pequeña población de North Queensferry, a donde antiguamente llegaba el ferrocarril para recoger a los viajeros que había atravesado en ferry el estuario.

Como vamos en un tren semidirecto, las paradas serán escasas en la primera parte del recorrido que acaba en la ciudad de Perth.




El trayecto que realiza la vía férrea se inscribe, hasta la estación de Kirkcaldy, en la orilla norte del estuario del Forth, justamente frente a Edimburgo. A esa hora temprana, el sol se asomaba entre las nubes tratando de ofrecer claridad que las aguas amplificaban.


Una vez que el trayecto se ha despegado de la costa aparecen ya pequeñas poblaciones con menos aspecto marinero. Además, el sol de la mañana ya reparte mucha mayor claridad y la amenaza de lluvia se ha ido despejando.

No tiene especial interés el recorrido hasta Perth. Las tierras son una sucesión de colinas con grandes superficies de pastos plagadas de ovejas. Las partes más altas tienen en esta época un color rojizo intenso, producido por el brezo que cubre extensas zonas de terreno.

La primera sorpresa interesante nos la ofrece la estación de Perth, donde debemos cambiar de tren. Se trata de una construcción de 1894, de estilo victoriano y compuesta por tres cuerpos, cada uno de ellos con su propia marquesina. De allí parten las líneas hacia Glasgow Queen Street, Dundee, donde se conectará con la línea de Aberdeen, un pequeño ramal a Ladybank, que es justamente por donde hemos venido de Edimburgo, y la línea principal hacia Inverness.





Una de las marquesinas, que ahora alberga las vías en fondo de saco, se utiliza como estacionamiento de coches. Una tercera marquesina, construida en curva, es la que se utiliza para las circulaciones a Dundee-Aberdeen. Era realmente complejo llegar hasta allá, en el escaso tiempo del transbordo entre trenes, por lo que no se recoge en las fotografías. A destacar el monumental reloj, que funcionaba perfectamente, y el puente metálico del paso entre andenes, que se repite en muchas estaciones británicas. Perth tiene hoy día algo más de 43.000 habitantes y su estación ha dejado de tener la importancia de épocas pasadas. De hecho carece de ningún establecimiento de servicio al viajero. Ahora se llega, se toma el tren y poco o nada más hay que hacer en la estación.


Hasta Inverness iremos ahora por el interior, una zona montañosa en la que veremos montes con algo de nieve en las cumbres. La línea es fundamentalmente de vía única y tiene señalización mecánica, como podemos apreciar en la foto. Nuestro tren es diésel, idéntico al que nos trajo desde Edimburgo hasta Perth. La ocupación es bastante buena sin llegar a ir completo del todo.

El paisaje es de una gran belleza, con tonos verdes intensos de los pastos, ocres de los árboles de hoja caduca, verde oscuro de las coníferas. Algunos ribazos muestran helechos que se han agostado por el calor del verano. En los prados pastan caballos, ovejas, vacas pero también se ven ocas e incluso ciervos. No parece alterarse la fauna con el paso del tren. Si acaso algunas ovejas que se acercaron a las vías, huyen ante el rugido de los motores de la unidad, porque vamos cuesta arriba. A veces esas ovejas sestean y otras pastan con avidez sin mirar siquiera lo que sucede alrededor.


Las estaciones parecen todas recién pintadas. Están muy cuidadas, aunque no todas tienen servicio a los viajeros en su vestíbulo pues ante el escaso número de ellos las han alquilado para evitar sus deterioro.



A veces sorprende encontrar aisladas, en medio del campo, mansiones de estilo victoriano, que son haciendas con importantes terrenos dedicados a la ganadería.




A medida que el tren va subiendo el paisaje se hace más montañoso y la nieve ya es más visible en las cumbres. En el viaje de vuelta esos montes estaban aún más nevados.



En la bajada hacia Inverness, que está a nivel del mar, encontramos la estación de Kingussie, a la que pertenece esta foto, donde se ve la señal mecánica.




Y, a continuación, la importante estación de Aviemore, porque en ella se inicia el recorrido del tren de vapor Strathspery Steam Railway. Se trata de una parte de un antiguo ferrocarril que enlazaba con Keith, en la línea de Aberdeen. En el enlace que hemos puesto hay abundante documentación y vídeos de ese ferrocarril original de 1863 y que aún circula con fines turísticos, durante gran parte del año.


La vía baja ya con bastante rapidez hasta Inverness, la capital de la región de las Highlands, que tiene casi 60.000 habitantes, por lo que es la ciudad más importante de toda la región. Aquí se inicia el Canal de Caledonia que atraviesa toda esta zona de Escocia para salir por Oban. En su recorrido, las aguas surcarán el legendario Lago Ness.

Debimos cambiar aquí nuevamente de tren por una unidad de sólo dos coches que llega hasta las remotas localidades de Thurso y Wick. El tramo que queda por recorrer aún es realmente largo, todo él en vía única con muchas pequeñas estaciones no atendidas. Es el tramo más penoso por el estado de la vida y su sinuoso trazado. La noche, que aquí llega a eso de las tres de la tarde, se empezó a echar encima y también la lluvia.



La vía en sus primeros kilómetros discurre junto al estuario del Moray, en el que los buques llegan hasta Inverness. Varios brazos de mar llegan hasta la propia vía que los supera con diversos puentes. Los diversos estuarios de otros ríos alejan momentáneamente la vía hacia el interior para devolverla luego a la costa.



Para las carreteras, sin embargo, se han construido larguísimos puentes de no mucha altura sobre el nivel del mar, que evita el zizagueo que ha de hacer la línea férrea.



La estación de mayor interés en esta zona es la de Invergordon junto al puerto en el que a principios del siglo XX hubo una base naval del Almirantazgo y hoy es una zona de reparaciones de plataformas petrolíferas.

Durante la Segunda Guerra Mundial hubo aquí un bombardeo de la aviación alemana que estuvo a punto de volar el ferrocarril. La estación tiene unos murales alusivos a esa época bélica y de carácter ferroviario.










La estación carece de personal y éste se ha suplido con estos dibujos que muestran a un falso taquillero y a un jefe de estación que mira a ver qué pasa en el andén.


Caían gruesos chaparrones en esta parte del recorrido, cuando ya la noche se venía encima. Un curioso fenómeno similar al arco iris pero con mucha más tonalidad, variedad y extensión se produjo ante nuestras miradas. Parecía una de aquellas auroras boreales de Laponia, pero multicolor, con gran despliegue. Así se mantuvo durante algunos kilómetros hasta que la vía volvió de nuevo al borde del mar, entre las estaciones de Golspie y Helmsdale.


El final de nuestro viaje estaba próximo. Una parada previa en Georgemas Junction donde el tren parará dos veces, primero en su marcha hacia Thurso y, luego, de regreso porque continúa viaje a Wick, que está algo más al sur y al este. Había ya anochecido completamente por lo que hubimos de volver al siguiente día a ver cómo era la estación.



Estas toperas y luces rojas marcan el final septentrional del ferrocarril en el Reino Unido. Ya no hay más vías hacia el norte porque aquí se acaba la tierra y comienza el archipiélago de la Orcadas.

La estación se abrió el 28 de julio de 1874 y al mismo tiempo se puso en servicio el hotel de la Estación, que está casi al lado. Era el lugar previsto para el alojamiento en la estancia en Thurso y realmente tiene toda la gracia de un hotel ferroviario, junto a una cocina excelente y un trato exquisito.



Thurso es una población marinera, cuyo puerto está a unos dos kilómetros del centro urbano y desde donde salen ferries para las distintas islas de las Orcadas.



La vista de su frente marítimo es espectacular porque los temporales que se suceden en estas áreas han socavado las costas y creado enormes acantilados. Este que vemos es el Dunnet Head, que es el punto más septentrional de la costa británica.

Quizá más fama tienen los acantilados de Duncansby Head, en la cercana localidad de John o'Groats. El mal tiempo y la escasa ventana de luz de estos días nos impidió acercarnos a ese lugar. En el Museo local de Thurso hay espectaculares fotos de esos acantilados, como la que insertamos.



Un paseo por el muelle comercial y pesquero, con amenaza constante de lluvia, suplió una visita a otros lugares.



Esta mañana tocaba tomar el tren de regreso que llegó en medio de una considerable granizada.



Se llenó el tren, por si ya no venía algo lleno desde Wick. Había gente de pie en los pasillos y es que es viernes y toca para muchos hacer un alto en la semana. Hasta aquí el viaje a las Highlands en dos etapas. Merece la pena llegar hasta estos parajes remotos para conocer algo más de la vida de un rincón de la Geografía no tan conocido como otras zonas del Reino Unido.

Me llevo un gran cargamento de sensaciones, de cordialidad de sus habitantes, de nuevos parajes, de muchas fotos. Todo ello de alguna manera hemos querido transmitirlo desde un enfoque ferroviario (MAM).

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Más información:

Web oficial de Turismo de Escocia (en español)

Web oficial de los Ferrocarriles de Escocia

Web oficial del planificador de viajes en Escocia (trenes, autobuses, ferries, etc.). La versión inglesa de esta web es más completa, aunque también tiene versión en español.