El ferrocarril protagonista de una huida desesperada (y V): Estación Central de Viena, puerta del Primer Mundo

27 de octubre de 2015

Viena ha venido inaugurando durante los últimos meses su nueva estación central a medida que se han ido terminando las diversas fases. El próximo 14 de diciembre recogerá ya al completo los tráficos de Larga Distancia que están diseminados en otras estaciones. Junto a los edificios de esa bella estación se encuentra el rascacielos de las oficinas centrales de sus ferrocarriles (ÖBB). Poco a poco la estación va ganando trenes y viajeros hasta que sus 12 vías vean cómo llegan o salen de ella tráficos para gran parte de la Europa Central y del Este. Pero lo que nunca concibieron los arquitectos de este gran edificio es que parte de sus instalaciones se convirtieran en una inmensa zona de acogida de miles de refugiados de Oriente Medio y de Asia que huyen de países en guerra o con situaciones de miseria para buscar una vida mejor. Aquí encuentran un espacio de paz y tranquilidad, mientras emprenden el viaje a su destino final. Con ellos hemos estado y visto la gran labor que hacen los voluntarios que encauzan este flujo.


En las entradas anteriores de esta serie hemos tomado el pulso de la huida de los refugiados por diversas zonas de Europa al tiempo que realizábamos uno de nuestros viajes ferroviarios, que tenía como objetivo principal Bulgaria y Turquía. Incluso estuvimos un día entero prestando servicio como voluntario en las cocinas de un campo de refugiados junto a la estación central de Belgrado.

Nuestro destino final de este viaje por los Balcanes y Turquía era Viena porque esta ciudad es puerta del Este y del Oeste para muchos habitantes de toda esta zona. Hasta aquí llegaron los turcos en el siglo XVI intentando conquistarla sin éxito. Viena fue también capital del Imperio Austro-húngaro que llegó a dominar una gran zona de los Balcanes. La sintonía de muchos habitantes del Este de Europa con esta ciudad es muy grande. Por ello, en esta cambiante ruta de los refugiados hacia Europa Occidental la capital de Austria ha sido un punto de paso obligado. Hungría cerró sus fronteras con una verja kilométrica para aislar el país de Serbia, donde los refugiados son acogidos y ayudados. Buscaron entonces una nueva ruta a través de Croacia y Eslovenia. Pero no para quedarse en estos países sino para llegar a Viena. Y es su estación central el lugar de acogida y distribución a otros países.







De arriba a abajo: Railjet de ÖBB con librea de partner oficial del equipo de ski de Austria. ICE de DB con destino Hamburgo y composición convencional del EC "Polonia", Varsovia-Viena, con locomotora de los Ferrocarriles checos

Antes de bajar a la parte cedida por los Ferrocarriles austriacos a la ONG que realiza la acogida de los refugiados hemos paseado por sus andenes viendo la variedad de sus tráficos, con trenes de diversos países. Deambulando por ellos nada hacía presagiar el drama que se vivía en sus entrañas. Tal vez algún pequeño grupo de refugiados esperando un tren para la frontera alemana. Pero los trenes desde Viena a Múnich se quedan en Salzburgo. El tráfico ferroviario de viajeros en ese punto está cortado para los trenes directos. Han de apearse allí, ser controlados por la policía y transbordar a otro tren.




Familias de refugiados esperando un tren en uno de los andenes de la estación central de Viena

Al conectarnos a la red wifi de la estación ya se podía advertir que las cosas estaban bastante bien organizadas. Dos conexiones inalámbricas estaban a disposición de ellos.



En otras partes de la estación algunos carteles orientaban a los pequeños grupos de refugiados que no sabían cómo dirigirse a la zona de acogida.





Decidimos seguir las flechas y llegamos hasta el lugar de acogida. La parte este de la estación, al final de los andenes, es una zona aún no puesta en servicio porque da a solares en los que no se ha edificado todavía o están los edificios en obras. Un gran vestíbulo se abre en esa zona bajo las vías, con un paso bajo ellas y accesos desde los propios andenes. Un grupo de policías y empleados de ÖBB, encaminan hacia allá a las personas que descienden de los trenes de la ruta que comienza en Serbia, sigue por Croacia y Eslovenia, país éste que linda con Austria. No llegan esos trenes con periodicidad regular sino a medida que los miles de personas llegadas por ahí obtienen papeles de refugiados. En los días de mayor tráfico, unas 10.000 personas han seguido ese camino. La media diaria de los que llegan a la estación central de Viena es de unos 5.500.

La ONG encargada de canalizar la asistencia, con ayuda de las autoridades, de los Ferrocarriles austriacos y de unos 200 voluntarios, se llama "Train of hope" (Tren de la esperanza). Con su responsable de organización, Benjamin Fritz, hemos hablado.




Jefes de equipo de las distintas secciones en que se divide la zona de atención a los refugiados reunidos durante nuestra visita a las instalaciones


A partir de la cesión por parte de ÖBB de las instalaciones de la estación en la zona este, con la ayuda de voluntarios y de donaciones particulares, se han instalado secciones de atención por las que van pasando los refugiados.



En la zona contraria a donde se agolpan las personas mayores, se ha instalado una guardería atendida por personal especializado en el cuidado de niños, de los mismos países a los que pertenecen estos chicos.





En dos de los sótanos, por donde pasan instalaciones técnicas de la estación, se han instalado las oficinas de gestión, tanto para la organización del campo de refugiados, como para proporcionarles a ellos papeles, billetes de tren para continuar viaje, etc. A veces deben resolver situaciones muy complicadas. Una de ellas fue localizar a un chaval cuyos padres estaban en Austria y el chico andaba aún en Malta, sin contacto con sus padres.

Cuando llegan a Viena, muchas familias se han dividido y sus miembros no saben cómo reunirse por las dificultades para atravesar algunas fronteras o encontrar lugar en un tren hacia Viena.

Cuando algunos miembros de las unidades familiares se pierden, los voluntarios circulan fotografías de esas personas a través de otros refugiados para solicitarles que los localicen.

Cuentan también con la ayuda de un perfil en Facebook donde aparecen las fotos de las personas perdidas. En una cuenta de Twitter van publicando los mensajes de las necesidades urgentes. Esos mensajes son reproducidos por muchas personas en sus cuentas de Twitter y van apareciendo donantes anónimos que traen productos alimenticios, medicamentos, ropa, etc., o se prestan para atender las necesidades de los refugiados.

Un equipo de traductores media para las conversaciones de quienes no saben expresarse más que en su propio y minoritario idioma.











La distribución de alimentos se realiza en uno de los grandes vestíbulos de la estación, bajo las vías, con los carteles puestos e incluso hasta con las máquinas de vender billetes funcionando, porque no ha habido tiempo de desmontarlas ante la premura de tener que atender a esos miles de personas.

Todo este campamento ferroviario funciona las 24 horas del día. Los trenes pueden llegar a cualquier hora e incluso de madrugada.



Una carpa situada en el exterior de esa zona de la estación distribuye ropa de abrigo entre quienes no están equipados para las bajas temperaturas que se registran ya en Austria o Alemania. Toda esta ropa procede de donaciones.



El acceso a toda esta zona de la estación en nada se diferencia a la de otros accesos de los viajeros. Sólo varía lo que encontramos en la puerta y en su interior.



Un ir y venir de carritos de supermercados con donaciones de alimentos se mueve por donde de ordinario lo harían viajeros con sus maletas. Un voluntario, mientras tanto, se ocupaba de entretener a unos críos bien protegidos ya contra el frío que hoy registraba Viena.



Lo que se recibe y no cabe en los improvisados almacenes interiores, se apila en el exterior de la estación, protegido de la inclemencia del tiempo y vallado, con vigilantes permanentes.



Un enorme vestíbulo no utilizado aún de la estación se utiliza de albergue improvisado por quienes no cuentan con otro lugar para dormir o descansar.









En las afueras de la estación se sitúan los servicios sanitarios y de transporte médico e incluso un dispensario donde se ofrece atención especializada a los refugiados que lo precisen.



A escasos 50 metros de donde se mueven todos esos miles de personas, la estación sigue su vida con centenares de viajeros que acceden a los trenes, sin impedimento alguno. La enorme infraestructura que se ha construido aquí tiene una capacidad muy superior a la que se está utilizando de forma efectiva, lo que permite tener un doble tráfico: el de los viajeros normales y el de quienes llegan aquí impulsados por múltiples circunstancias. Hemos podido ver a muchos paquistaníes que no parecen padecer en su país guerra alguna. También a ciudadanos de Bangladesh. Junto a ellos, sirios, afganos, etc.



Subimos a los andenes de la estación, justo en el momento en que por encima de esa zona de atención a los miles de refugiados pasa un tren de plataformas portacoches, remolcado por una locomotora de ÖBB. Utiliza la vía 13, la única que carece de andén.

Lo que hoy hemos visto es un ejemplo de cómo puede improvisarse la atención de refugiados en una estación abierta al público, sin dificultar en absoluto su formal funcionamiento.

Las infraestructuras ferroviarias están teniendo una papel muy importante en este enorme éxodo de personas, el mayor que ha conocido Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Hemos sido estas semanas testigo de alguno de esos hitos, desde el blindaje de Hungría con su kilométrica valla, pasando por la acogida en tránsito de quienes transitan por Serbia, hasta la llegada a Austria, donde los refugiados perciben la calidad de vida de un país del Primer Mundo. Lo que sea después de sus vidas es una incógnita que ni ellos mismos saben. Tal vez consigan asentarse o deban enfrentarse a problemas de integración muy difíciles de resolver. Por otra parte, este flujo está muy lejos de parar, sino más bien aumentar en un futuro próximo. Nosotros regresamos a España en pocos días con la sensación de haber sidos testigos directos de algo que desde nuestro país se ve con ojos de lejanía y lo hemos transmitido con aires de proximidad. Quizá los aficionados al ferrocarril vean así que tras los trenes hay también muchas personas, pero que no siempre esas personas son viajeros voluntarios y que quienes manejan este enorme tráfico tampoco son empleados ferroviarios sino voluntarios de muchas procedencias sociales. (MAM)