Las tierras a las que no llegó el ferrocarril

9 de febrero de 2017

Cuando se conoce la historia de Noruega a través de viajes a esta tierra, una de las cosas que pronto se aprende es que los noruegos fueron grandes exploradores. En España sabemos mucho de las expediciones de nuestros navegantes o de la de los portugueses. Los noruegos viajaron mucho y muy lejos de su territorio y lo hicieron a tierras que nunca han visto el ferrocarril y que, previsiblemente, tampoco lo verán. Por eso, en estos días en Oslo, dentro de un viaje mucho más largo por Noruega, hemos pasado varias horas en el Museo del Fram, que revive con gran realismo la historia de las expediciones noruegas al Polo Sur y al Paso del Noroeste. Dos polos opuestos. En este último caso, el ferrocarril se asoma tímidamente en Noruega a sus puertos árticos: Narvik y Bodø. Y en Finlandia se proyectan también accesos ferroviarios hacia el norte, como ya escribimos en el Blog. Pero el continente helado de la Antártida, que fue el objeto de la primera expedición al Polo Sur del noruego Roal Amundsen en 1911, nunca verá el ferrocarril. Vamos a recorrer brevemente ese museo pues nunca viajaremos en tren hacia tan gélidas tierras.

En una de las entradas del Blog que reflejaba un viaje a Estocolmo hace varios años, nos acercamos al Museo del Vasa, aquel barco que se les hundió cuando se hacía a la mar y que varios siglos después lo extrajeron del mar y reconstruido se muestra en ese museo.

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Museo del Vasa en Estocolmo

En el Museo del Fram de Oslo, no es un barco sino dos los que se muestran a los visitantes tal como se utilizaron para las expediciones polares. El más grande y espectacular es el Fram, que surcó los mares árticos y antárticos en las expediciones de Fridtjof Nansen, de 1893-1896, Otto Sverdrup, de 1898-1902, y Roal Amundsen, de 1910-1912. Junto a él y en otro pabellón encontramos el restaurado Gjøa, que sirvió a Roal Amundsen para descubrir el Paso del Noroeste entre 1903 y 1906.

Llegar al Museo desde la estación central de Oslo es muy sencillo: en invierno se toma el bus número 30 hasta el final del trayecto y en tiempos mejores hay un transbordador en el cercano puerto que lleva hasta el Museo. La entrada con el Oslo Pass es gratuita. La visita estos días tenía el aliciente de la bajísima temperatura que registra Oslo, aunque en el Museo hay un área donde se recrea también la temperatura del Polo Sur.


Edificio del Museo del Fram, en Oslo. El moái que se ve ahí no pertenece a ese Museo sino al de la Kon-Tiki, que es el otro museo ubicado allí

La museística que alberga ese edificio recrea con mucho detalle la historia de las expediciones polares noruegas, que fueron exitosas, pero también, el drama de la expedición al Polo Sur del británico Robert Falcon Scott, cuyos cinco miembros murieron congelados en el viaje de regreso poco después de que Amundsen regresase también pero con mejor suerte.




El Fram tal como se muestra en el Museo. La envergadura del barco y el limitado tamaño del recinto donde está ubicado impide obtener una foto que lo saque entero


La cubierta del Fram en el momento en que se recrea espectacularmente en el Museo una aurora boreal


Una de las cámaras del interior del Fram, en la que no faltaba detalle para hacer menos monótona la navegación

Todo el interior del Fram es visitable y así podemos recorrer sus dependencias, desde las más nobles hasta la sala de máquinas, pasando por los camarotes de la tripulación o la cocina. El barco se ha conservado perfectamente desde sus singladuras y desde entonces sólo ha recibido las tareas de mantenimiento y reposición de elementos obsoletos.


Panel con la historia de las expediciones al Polo Sur que figura en el Museo del Fram


Panel que recoge las expediciones noruegas en el Ártico


La tragedia de Scott en el Polo Sur, representada en el Museo. Además de esta vitrina, en una zona del Museo se ha recreado, con temperatura real del Polo Sur, un itinerario en el que podemos ver de manera realista la vida y la muerte humana en los hielos polares. Mejor entrar muy abrigado en esa parte si ya no se viene así desde la calle

La exposición en esta zona del Fram es muy detallada con muchos paneles, fotos, utensilios e incluso un vídeo en pantalla grande con la historia de las expediciones.

En un edificio anexo, comunicado con el anterior, está el Gjøa, barco que sirvió a la expediciones árticas de Amundsen, totalmente restaurado tras años de abandono en Estados Unidos. En estos momentos, incluso, se estaba efectuado una operación de mantenimiento importante, aunque podía visitarse.


El Gjøa en el recinto del Museo. Este barco es de mucho menor tamaño que el Fram


Así de enorme debió aparecérseles un oso polar a los expedicionarios noruegos

En otro edificio cercano está el Museo de la Kon-Tiki y sus émulos a lo largo de la historia. Aunque de menor interés que el Museo del Fram, puede dar una visión interesante de los viajes por el Pacífico.


Balsa original de la Kon-Tiki que está en el Museo de esa expedición en Oslo

Mañana vamos a dejar Oslo para hacer casi 1.300 kilometros en tren hacia tierras árticas de Noruega. El ferrocarril llega hoy día a casi todas partes y sigue conquistando tierras para ofercer medio de comunicación a personas y transporte seguro a las mercancías. Cuando podemos ahora viajar con tanta comodidad en un tren no deja la mente de llevarnos a los pioneros descubridores de tierras, ya hoy colonizadas, en las que el ferrocarril es parte de su historia y de su vida. Pero siempre quedará una parte de nuestra tierra a la que nunca llegarán los raíles pues no hay personas que transportar. De ahí que este Museo sirva como contraste de nuestro viaje ferroviario. (MAM)